miércoles, 26 de septiembre de 2012

De cuando se vacía el vaso

Estaba yo así, quitado de la pena, a toda madre un día de una semana indeterminada tomando mis sagrados y desagradables alimentos en el comedor de empleados cuando de pronto pasó. Así es, aunque parezca mentira sucedió eso que todos esperaban con muy poca paciencia dada mi historia. Vi a una chica que me gusta.

Algo bajita, no suficiente para que me viera en ese momento diciéndole ¨chaparrita, te bañas primero o nos bañamos los dos?¨ pero bajita. Ojos miel de esos que dudas si son de animal o son de mujer por el brillo y el aire hasta cierto punto salvaje que dan esas tonalidades que uno como tolteca no puede aspirar a que sus hijos tengan (así es gueras del mundo, el gen del ojo oscuro es mas fuerte que casi todos los demás colores de ojos). Pestañas mega jaladas con cucharita de té durante el día y aspersoradas de rimel que daban la imagen que sus ojos eran de muñeca de $1500 pesos en liverpool. Piel blanca, pelo ligeramente rubio que seguramente el sol había terminado de confeccionar. Pecho levantado y orgulloso como un servidor gusta de, cintura difícil de determinar talle debido al honorable uniforme de la institucion laboral donde uno va a hacerse medio wey. Hermosa..

Mi última experiencia de ese amor a primera vista no me ocurría hace como 4 años cuando mis ojos se anclaron a una mujer de pelo negro, ojos café colombiano (lo siento, he estado viendo Café con aroma de mujer en Netflix), piel blanca como nieve, mente sagaz, curvas peligrosisimas y besos de demonio. Y fueron casi tres años de darle vuelta  a la página y regresar a releer y releer el capítulo como si hubiese olvidado todo la vez anterior. Lo que me hace pensar...

Será que el que cree en el amor a primera vista nunca debe dejar de ver?

Verdes

Desde hace mucho los ando buscando. Creo que desde que conocí la codicia de Gustavo Adolfo Bequer me ha dado la curiosidad. No niego que he pensado que los he encontrado, no muchas veces. Es que son tan místicos que no se sabe si están tremendamente vivos o completamente inertes. Creo que lo que Bequer y yo hemos buscado son como los cenotes. Con ese mismo color imposible de confundir, reflejan ambas, una completa quietud y paz, un insondable y profundisimo silencio y al mismo tiempo una vida interminable, ecosistemas completos dentro de ellos. La vida y la inercia en un solo par.

Unos ojos verdes son los que he buscado. Y he tenido varios contemplando mi mirar tratando de buscar esa chispa que uno se detiene a contemplar cuando ve un acto natural incomparable. Pero no lo son. Y han habido decenas de otras maravillas naturales. Una piernas eternas con olor a dulzura y juventud, un pelo negro que solo puedo describir como un fuego ardiente que arde de color negro rojizo a contra luz del sol, aunque solo lo vi de noche; unos labios carnosos como fruta fresca y sabor a tequila, unos pechos como la misma geografía de la tierra que me llevaban a noches volcánicas y pasiones verdes y sin saber. También hubo sonrisas perversas, malvadas que de tanto mal hacían sentir bien, hubo voces sexys, como canto de ángeles que murmullaban mientras gritaban a la vez. Hubo caracteres fuertes que obligaban a doblegar voluntades, un perfume dulce, atrayente, intoxicante y encantador. Existieron también galaxias enteras dibujadas en un cielo completamente claro y blanco, lienzo suave y delicioso en una espalda maravillosa que enseñaba un mundo de constelaciones en pecas de un cuerpo divino sin límite y sin poderse olvidar.

Pero siempre me quede pensando en esos ojos verdes. Son tan complejos que, al tratar de imaginarmelos, siempre terminan por escaparse de mi mente como un espejismo que al acercarse uno este se aleja hasta desaparecer. Es como pensar en un sabor que uno nunca ha probado. Sé que existen y están por ahí, seguramente no son para mi, ni lo serán, pero quiero por lo menos una vez, en un momento verlos y poder escribir de ellos...

De los cuentos de Hadas


        ¨Y entonces, una magica tarde de Abril, ahí estaba ella, Abril. Desde un lado del bar yacia postrado vigilante frente a su vaso Tomás. Tomás de pobres ropas, Abril de verdes ojos y bolsas de compras. Abril con la cartera llena, Tomás juntando para el siguiente trago entre el cambio Del transporte laboral. En un abrir y cerrar y ojos Tomás captó los verdes y deliciosos ojos de Abril. Y los de Abril se posaron casi obsesivamente en los de Tomás. Ambos sorteaban cabezas danzantes en medio del bar con la mirada para encontrarse ocasionalmente y sentir su sangre arrebatar. Esa sensación que confunden muchos con insectos en pleno revuelo que en realidad es como de un precipicio saltar. como que todos los organos por dentro, envidiosos de los ojos, quieren brincar un vistazo echar. Y, según los cuentos de Hadas, este es el principio de un muy buen feliz final¨.

      Y nos la tragamos enterita. Pero enterita. Tomás desde su lado del bar se rebate entre la duda si la vieja le tira la onda con la mirada cachonda o si hay un wey atras. Ya desde que vio su humanidad entrar al bar, Tomás ya desnudó a Abril, le quitó nombre, apellido, pasado, experiencias, ideología y edad. Solo esta interesado en su nombre. Y como dice la ley de Murphy: ¨No por darle nombre a una bestia la has logrado derrotar.

     Abril por su parte ya se imagino presentando a Tomás en su casa y, aunque nunca se discute abiertamente, pues existe el pequeño detalle de la falta de palidez en el tono de su piel. Tomás no se ve mal, parece que si no fue al gym en algun momento de su adolescencia o temprana juventud, por lo menos no se dedico a tragar garnachas en cada puesto saliendo del metro rumbo a su trabajo. Pero, seria suficientemente solvente como para ahogar su deseo de alcohol por esa noche?¨

    Nos encanta pensar que nada de esto tiene que ver con el tan mentado amor. Nos encanta pensar que esos solo fueron los pasos para escribir una romantica e idílica historia que terminaría en hijos y bodas y fiestas y casas y perros labradores en el patio. Pero la verdad es que el amor siempre empieza colgado de cosas de lo mas anti romanticas posible.

     Y no falta uno que otro como su servidor que piensa que por que sabe estas cosas es inmune a caer en el juego que seguramente Walt Disney orquestó desde su pequeño reino. Uno como cínico que es piensa que es inmune a estos jueguitos de rosas, chocolates, idas al cine, sexo constante, besos, arrumacos, empiernadas en tardes lluviosas y de fríos... Pendejo que es uno.

Y culpo a la cenicienta de todo....