Llevo
ya casi dos meses tratando de escribir algo con este título, gracias a la magnífica
canción Luna en lunes. No había podido. Quería darle cierta magnitud e
importancia. Hoy creo que encontré como interpretar esto que veo con lo del
aviso personal.
Hoy mismo
escribí sobre esta pequeña ventana de mi actitud sobre la pareja y me encontré con
varias reflexiones que, a falta de mayor nivel de literatura, pondré hoy aquí como
mi aviso personal. Una descripción de qué onda conmigo. Creo que lo más justo
que puedo hacer es empezar con una de mis contradicciones más notables. #1,
Adoro a las mujeres y #2 jamás he confiado en ninguna.
Hoy en
día se acostumbra mucho culpar a los padres de todas las idioteces que uno hace
como hábitos autodestructivos, pero la realidad es que después de los 25 uno ya
sabe para dónde masca la iguana y sabe perfectamente el límite entre mecanismos
de defensa de la infancia y simples y llanos mecanismos de defensa por cobarde.
Por lo tanto dejaré la memoria de mi madre en paz y comenzaré por decir que
simplemente he sido bastante cobarde. Y de ahí comienzo con mis dos
declaraciones principales.
#1
Adoro a las mujeres: Y quién no? Creo que la única criatura capaz de odiar a
una mujer solo por ser mujer es otra mujer. Las demás criaturas de la galaxia
se maravillan de la increíble, inestable, inaudita, inexorable e inverosímil naturaleza
de estas. Y no estoy hablando del milagro de dar vida y esos halagos gratuitos
que sirven para darle a las facciones mas conservadoras de nuestra sociedad una
pesada y terrible cadena que siguen arrastrando algunas a nuestros días. No, me
refiero a ellas por ser ellas. Quien puede ser tan terriblemente molesta y al
mismo tiempo maravillosa? Que otro artefacto invento dios con tanta complejidad
y fuerza que al mismo tiempo es delicada, frágil e intempestiva? No lo sé. He encontrado
miles de mujeres en mi vida y de todas de una u otra forma me he enamorado quizás
por diez segundos o toda mi vida pero siempre han llamado mi atención. Cada
canción, cada logro, cada guerra, cada institución loable, cada causa que un
hombre ha creado ha sido para salvaguardar de una u otra forma a la mujer. Dado
esta que también hemos intentado poseerla, humillarla, envidiarla y cada una de
las emociones negativas del hombre, puesto que en la maravilla que convocan
siempre hay un sentimiento de recelo, de incomprensión, de dominación a lo que uno
no comprende. Porque en toda la historia de la ciencia no ha habido ningún científico
que haya logrado resolver ese misterio del universo. La mujer.
Claro
que siempre habrá hombres que hayan creído conquistarlas. A varias o a una pero
nada más es una ilusión temporal. Aun cuando el dominio ha llegado o el amor
las ha vencido siempre serán de una u otra forma libres. Y en eso radica su
maravilla. Nos buscan tanto como nosotros a ellas, en estos tiempos quizás más
que antes, pero aun cuando nos han encontrado siempre serán libres y nosotros
estaremos irremediablemente atados a su interés. Eso es lo que me ha llevado a
pensar en el pasto que siempre es más verde del otro lado. Cada una de las que
me han compartido su vida, por mucho o poco tiempo tenía algo que la anterior y
la futura no. Y en cada oportunidad fui dejando un poquito de mi ser, en
ocasiones más de lo que estaba dispuesto a dar. Y ese es el problema, la administración
de cuidados, lo cual, irremediablemente me lleva a mi segunda declaración.
#2
Jamás he confiado en una mujer: Quizás su tempestividad, su incomprensibilidad,
su bandera ondeando a su ritmo y viento personal, quizás únicamente el miedo
petrificante de quedar anclado con una y no poder volver a navegar. Quizás una
completa incapacidad para dejarme llevar sin tener control de nada… Quizás
nada. Puede ser que en algunas personas el destino trazo un camino levemente más
vertiginoso. O simplemente no todos estamos hechos para esto de la pareja. El
punto es que no he confiado en ninguna. Existen su buenas dos o tres excepciones que comparten una caracteristica muy especial: No han ni pretender dormir conmigo y aun ellas no saben todo de mi. Pero, bueno, tampoco he confiado al
100% en un hombre tampoco, somos las criaturas más viles, llenas de defectos y débiles
que existen. Nuestro camino hacia la superación y bondad normalmente está plagado
por una maraña de errores, orgullos banales, metas superfluas y por lo menos un
par de corazones rotos en nombre de nuestra libertad, integridad o la persecución
de la felicidad que es el término más sutil para el egoísmo. Pero mi problema
es la combinación del punto uno con el dos. No me rodeo de hombres, únicamente conservo
a un puñado que considero dignos por diversas razones, pero en general mi mundo
siempre está lleno de mujeres. Mujeres que admiro, mujeres que amé, mujeres que
quiero amar, mujeres que amo y mujeres que temo.
Y de ahí
viene todo. De este personaje de esta novela que escribo día a día. Este
personaje que no sé si ya pasó, ya está aquí o aún no llega. Ese personaje que
se vuelve más mítico cuanto más se habla de ella. Esa que tanto hablan y alaban
sus virtudes sin conocerla aquellos que me rodean. Esa que es “para mi” o “la
buena” o “alguien que valga la pena”. Este personaje ya ha sido coprotagonista
varias veces. Ya ha llegado y así como llega se ha ido. Quizás como dicen, el
maestro no llega hasta que el alumno está listo. Y es muy posible. Por si llega
o no llega este es mi anuncio personal. Estos son mis riesgos y trabas al tomar
las ropas de este mítico y misterioso personaje. Quizás simplemente esta novela
que escribo no se trata de amor romántico, sino de amor propio.
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